Las niñas en la escuela: pobreza, abusos y embarazos. (Parte I)

Retratos sobre las desigualdades en la niñez y la adolescencia al 2019

Carolina tiene 10 años. Nació y vive en el departamento de Caazapá y hasta ahora nunca ha salido de su ciudad.  Tiene tres hermanos varones, de 8, 6 y 4 años de edad, y un perro marrón de patas blancas. Ella, sus tres hermanos y su mamá, Teresa, se levantan todos los días a las 4 de la mañana de el colchón hundido en la tierra que comparten, el cual, ya casi totalmente deshecho, es más trapos que goma espuma. En esa misma habitación, la única de su casa, están la mayoría de sus pertenencias: algunas mudas de ropa que les regalaron ya usadas, dos sillas y una mesa corroída por el tiempo. Para cocinar usan el brasero en el patio y su baño es, en realidad, una letrina. Es que para traer agua a la casa tienen que caminar varias cuadras o esperar que pase el aguatero, y no siempre tienen dinero para comprar.

Casi todas las mañanas, su mamá lleva al más chico de los hermanos junto a la vecina, Juana, quien  trabaja de noche cuidando a personas enfermas o adultas mayores. Eso le permite ir a trabajar de lunes a sábado –y, a veces, también los domingos– hasta justo antes del atardecer y, así, llegar a casa antes del anochecer. La mamá de Carolina no gana mucho y su patrona intenta compensar dándole ropas o algunos otros enseres ya usados, que son de utilidad para la casa o incluso para el barrio, lo cual les sirve para intercambiar favores con sus vecinas.

La mamá de Carolina empezó el año pasado a trabajar el doble de tiempo, y a verles mucho menos, desde que su papá les abandonó. Carolina tiene sentimientos encontrados que no sabe cómo explicar. Por un lado, extraña a su papá, pero por otro, ahora que ya no está, al menos no puede más cubrirle de moretones hasta los ojos a su mamá, ya no hay gritos ni golpes de botellas que les despierten de noche a ella y sus hermanitos.

Aunque su mamá trabaja todo el día fuera de la casa, todas las noches cuando se acuestan a dormir, Carolina puede escuchar los ruidos que hacen cada uno de sus estómagos, los de ella, su mamá y sus hermanos; sabe que son los mismos que va escuchar al levantarse y durante todo el día, casi sin interrupción. Siempre tienen hambre.

El presupuesto que el Ministerio de la Mujer dispone para el año 2020 es de menos de 17gs. por día por cada mujer que vive en el país. En Paraguay, las responsabilidades de cuidados de niñas, niños y adolescentes recaen principalmente en las mujeres, sean niñas, adolescentes, jóvenes o adultas –como en el caso de Carolina, su madre y su vecina. La reducción presupuestaria tendrá un impacto negativo de modo directo tanto en la calidad de vida de las mujeres de todas las edades y en su protección, como en el de toda la niñez y la adolescencia.

Una vez que se queda sola con sus hermanos, Carolina debe preparar el desayuno con lo poco que quedó de la noche anterior: calentar el cocido negro que sobró de la cena y mojar unas galletas duras que había traído su madre hace ya varios días. Antes de salir, se lavan la cara y se visten con lo que se ha secado ya del lavado de ayer.

Ella se pone las guillerminas negras que le dieron a su mamá, porque a la hija de su patrona ya no le quedaban. Llegaron justo a tiempo, porque las zapatillas que tenía antes ya no iban a aguantar esos más de cinco kilómetros que camina con sus dos hermanos hasta la escuela, si con solo dar dos pasos sobre la calle, la tierra ya le quemaba los pies. Ella piensa que fue eso lo que hizo que se desmaye por el camino la última vez. Con los zapatos nuevos, calcula que ya no debería pasar, pero le ajustan un poco y la primera semana le lastimaron los dedos del pie. Le dolían tanto que, desde el miércoles, se quedó a cuidarle a su perro y a Julio, su hermano más chico, con la vecina. Por suerte –piensa ella– la siguiente semana llovió y no tuvieron que ir a clases, ya que con lluvia es imposible llegar.

En 2018, el 59%[1] de la población de 15 a 19 años que no asiste a clases declaró que se debe a que no existe institución cercana o de calidad, no se ofrece escolaridad completa o educación inclusiva, entre otros; el 41% indicó que no asiste por la falta de recursos en el hogar, la necesidad de trabajar o el costo de materiales y matrículas. (continúa en parte FINAL)


[1] CDIA Observa. Cuadro de datos de “Población de 15 a 19 años de edad que no asiste a una institución de enseñanza formal por área de residencia y sexo, según razón de inasistencia” provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares de 2018, realizada por la DGEEC.